viernes, 25 de marzo de 2022

 

Mariupol. Sin más comentarios.





MARIUPOL

Las gruesas cortinas

toman cuerpo de aire

para hacer soportable la espera.

 

Amanecen luces y brillos

sobre el blanco tapiz de la techumbre,

sombras nuevas danzan con las cortinas,

la mirada se resiste a ser de nuevo hormigón

y a temblar al ritmo de una triste bombilla.

 

Por un momento, todo es silencio

en la ilusión de ser un día antes.

 

De repente alzan el vuelo alas de cristal,

las cortinas aumentan de talla su figura de aire,

y toda la estancia se vuelve luz.

 

Sangre gris mana de esa luz,

inmóvil carrusel que todo transforma,

el blanco tapiz se tiñe de silencios

y ya todo se apaga,

ni tú ni yo ni tú tampoco

ni nada, nada, nada.

lunes, 21 de marzo de 2022

 Con este relato gané el primer premio del XV Concurso Internacional de Relato Corto "Constantí 2021":

FÁBULA DE UNA MIGRACIÓN

Bennu Earnshaw acostumbraba a despedir el día desde su atalaya de tejo, en el bosque Rya, a la orilla del río Göta. Allí, a las afueras de Gotemburgo, no llegaba el rumor de la ciudad y se apreciaba con más claridad los diferentes matices del otoño entrante; el repetido y nervioso pik, pik, pik, corto y metálico del papamoscas cerrojillo avisando a su plebe del vuelo de alguna rapaz; la música cambiante del agua, devorando cantos rodados, en su transcurrir sin retorno por el cauce del río; y el croar de la, otrora, apetecible merienda —pero ahora no era el momento de pensar en su apetito.

El sol poniente, aún poderoso sobre el horizonte, le azoraba el cristalino y hacía que sus ojos se humedecieran de saladas lágrimas. Eso, al menos, era lo que se decía a si mismo para justificar su inoportuno llanto —pero se engañaba—, la génesis del brillo en sus ojos no era causa del fulgor del astro, sino de una negrura interna que, desde hacía dos semanas, le carcomía las entrañas.

Herne, su compañera desde hacía cuatro años —no conocía a otra garza real con las plumas de la cabeza tan blanca como ella, y con una amplia raya negra, tan negra como el Vantablack, que le embellecía desde el ojo hasta la cresta—, ya iban para dos semanas que no sabía nada de ella.

La última vez que volaron juntos, Bennu alardeaba de ser más veloz que Herne cogiendo la delantera y ganándole distancia a su pareja hasta que, un fuerte estruendo: “bang” le estremeció el corazón y paralizó su esbelto vuelo. No se atrevía a volver la cabeza, presentía una desgracia; cuando lo hizo… Herne había desaparecido de su vista. Solo cielo, tierra y mar y bandadas de palomas dándose a la fuga, y los ladridos hirientes de una jauría de bracos —muerte, moteada y marrón, a cuatro patas— al cobro de alguna pieza, le hizo presagiar lo peor.

Dos semanas de esperas y de vigilancia vana sobre el altozano de tejo.

Eludir su estruendosa soledad; asumir la eterna ausencia de las llamadas de bienvenida de su hembra cada vez que, Bennu, volvía al nido con el buche atestado para alimentar a sus polluelos; aceptar que el próximo amanecer sería el último en esa estación de esperas, antes de emprender el que, probablemente, fuera también su último viaje al sur, se le antojaba absolutamente insoportable.

Bennu sabía que había sobrepasado con creces la vida media que se le suponía a las garzas reales —unos cinco años— y esto era corroborado día tras día en las relaciones con sus vecinos, ninguno le superaba la edad…

 Él nació, hacía seis primaveras, en el mismo lugar del que se disponía a partir. Pero nunca se sintió un anciano hasta hacía dos semanas en que perdió el sustento de su jovialidad, su querida Herne.

Después de un último y desesperado vistazo al horizonte, se acurrucó entre las ramas del árbol y se dispuso a dormir. A la mañana siguiente le esperaban kilómetros de aleteo en compañía de sus congéneres, sobre la orografía de media Europa, en su camino hacia los cuarteles de invierno en las marismas del Coto de Doñana.

En el silencio de la mañana sueca, el aire frio otoñal entrecortaba un lejano trompeteo a modo de señal de salida. Poco a poco se fueron formando, bajo un cielo gris, pequeñas uves aladas. Cada elemento de la formación mostraba sus cuellos estirados y largas alas con sus remeras negras.

El grupo familiar de Bennu recorría, año tras año, la ruta migratoria occidental: unos agotadores cuatro mil kilómetros. Su primera parada estaba prevista en el lago del Der, de la región de Champagne, al nordeste de Francia.

Este primer tramo empezó a hacer mella en Bennu, antes de posarse en la orilla del lago notó como sus fuerzas iban mermando. Volar por encima de los nueve mil metros, sobre el campo algodonado de nubes, no era baladí —y menos a su edad y con su estado de ánimo—; pero se repuso con rapidez tras la ingesta del agua fresca y los peces y anfibios que iba pescando con su largo pico. Él siempre fue muy habilidoso en estos menesteres, no en vano había alimentado y sacado adelante a innumerables camadas de polluelos junto con su Herne. Hoy en día, esos polluelos, se habían convertido en hermosas garzas que volaban a su lado rumbo a Andalucía.

A todos ellos les esperaba el impresionante cordón montañoso de los Pirineos, con sus nieves eternas blanqueando picos rocosos; pero antes, una nueva escala en Capiteux. Los más débiles y enfermos se iban quedando por el camino, pero Bennu, una vez recuperadas sus fuerzas y sus ganas por llegar al lugar donde había sido feliz con su pareja, se sentía capaz de emprender de nuevo el vuelo para gozar, una vez más y esta vez en solitario, de su particular paraíso, donde disfrutaría del invierno templado meridional y de la abundancia de las charcas del Coto.

Como era costumbre entre las garzas reales, efectuaron una penúltima parada en la laguna de Gallocanta, entre las provincias de Teruel y Zaragoza. Allí se reunían todos los años, antes de partir para su destino definitivo, unos sesenta mil ejemplares. Una inmensidad alada que, en estruendoso trompeteo, se saludaban, se peleaban por antiguas rencillas pendientes de resolución y, sobre todo, se contaban sus experiencias de vida en los diferentes humedales europeos de procedencia.

Bennu, como cualquier otra garza real, hacía lo propio. Entre tanto trompeteo, milagrosamente, distinguió el de un viejo compañero de nidada, su hermano Hernshaw al que, aún pasando toda la primavera y el estío en el mismísimo río Götta, hacía varios meses que no veía; y es que Hernshaw siempre fue un poco peculiar, algo bohemio y botarate, no muy dado a las relaciones familiares. Preguntado por este sobre el paradero de su compañera Herne, le compartió su tristeza por la desaparición de su amada.

Hernshaw entrelazó su cuello con el de Bennu en un intento cariñoso de consuelo y se aprestaron a volar juntos hacia las deseadas marismas.

Despeñaperros era la última frontera montañosa a cruzar. Desde la altura a la que volaban se visionaba la cordillera como una pequeña protuberancia sobre los llanos manchegos. Y, por fin Doñana, con sus enebros marítimos, eucaliptos, uñas de gatos, pinos piñoneros, adelfas, alcornoques…sus dunas y, por supuesto, sus extensas marismas, su coto privado de caza.

Entre recuerdos, noches de búhos y de linces que no fueron óbices para disfrutar de una apacible existencia, llegó marzo. Inesperadamente la primavera hizo acto de presencia con su novísima alfombra verde y sus amapolas rompiendo la uniformidad del color de las llanuras. Y, una vez más, la naturaleza se disponía a interpretar, cual concierto de Vivaldi, las mismas notas barrocas y esplendorosas con que despedía todos los inviernos.  Se apreciaba, en el ambiente de las marismas, el alboroto de los preparativos del viaje de vuelta; el resurgir de la vida que año tras año se estrena y vuelve a estrenarse en un bucle infinito musicado de algarabía.

Bennu, desde su atalaya de pino piñonero, observaba como la tarde agotaba sus últimos rayos de luz. Sus ojos no brillaban ni titilaba una salada lágrima en la comisura de su lagrimal.

Esta vez no partiría al amanecer hacia el norte, la tarde anterior se había despedido de Hernshaw con un fuerte y apretado abrazo de cuello. Su hermano aún se encontraba con fuerzas para volver y lo hacía junto a su nueva pareja, una joven garza con el plumaje de la cabeza casi tan blanco como lo tenía su querida Herne, aunque la franja negra que lucía desde el ojo hasta la cresta no fuera tan fulgente ni profundo como el de esta. Les deseó toda la suerte del mundo y les manifestó su deseo de volver a verlos al año siguiente.

Doñana sería su retiro definitivo, lo tenía decidido desde su partida de Gotemburgo, total ¿No era eso precisamente lo que hacían los humanos jubilados, ingleses, suecos, alemanes y demás nórdicos?: comprarse una casita en Andalucía para vivir en paz y armonía el resto de sus vidas... pues eso mismo.

 

 

 

Nota: Los nombres de los protagonistas de este relato no son escogidos al azar:

·         Bennu, en el Antiguo Egipto era la deidad pájaro, asociada con el sol, la creación y el renacimiento, y fue representada como una garza en la obra de arte del Nuevo Reino.

·         Earnshaw, Hernshaw y Herne, son apellidos ingleses derivados de la garza, el sufijo —Shaw significa madera, refiriéndose a un lugar donde anidaban las garzas.


 ¿Es que no la oís?

Ya ha llegado, la primavera ha venido y nadie sabe como ha sido, decía D. Antonio Machado, y con ella llegó la poesía.

Felicidades a tod@s mis compañer@s poetas. Hoy la poesía y la visión que del mundo hacen l@s poetas, son más necesarias que nunca. 

Contra los misiles, bombas y demás armas de destrucción, la palabra... siempre nos quedará la palabra, cantaba Paco Ibañez al poeta Blas de Otero.

Yo quiero colaborar con mi granito de arena en forma de poema, y celebrar la alegría de una nueva primavera, que las penas vienen solas y al montón.

Y POR FIN LLEGÓ

El pretil sombrío de mi ventana

hoy luce galas de plumas y trinos

y me incita a entrecruzar su dintel,

pórtico de una vereda lejana.

Nubes blancas de raso, agua satén

—formas mágicas de sueños y olvidos—

despabilan al sol de la mañana,

y tus geranios enjuagan su cara

con el frescor de un nuevo amanecer.

El rumor de fuera, es menos rumor

es sinfonía de abrazos y esperas,

aire joven para aviar una voz

que dice que llegó la primavera.

 Este sábado celebramos, en el Espacio Literario Fernando Quiñones, un acto de homenaje a la mujer: "Grito de mujer", con motivo de su día internacional.

En esta ocasión la temática propuesta a desarrollar, en las diversas vertientes artísticas, fue "Nuestras Ancestras".

Mi colaboración la hice ¡vaya sorpresa!, en forma de poema. En esta humilde aportación hago una respetuosa referencia a la mujer, madre y compañera, que desde el principio de los tiempos ha venido soportando sobre sus hombros el peso de toda la humanidad. La historia es cíclica, siempre se repite, la paz, yo la definiría como el período que transcurre entre dos guerras ciertas. La humanidad no cambia y, aunque en nuestra desarrollada sociedad europea se ha avanzado lo indecible en derechos que igualan a hombres y mujeres,  desde el origen de la especie humana la mujer sigue cargando con sus hijos y llorando a sus muertos.


LA HUMANIDAD NO CAMBIA

Vuela un tul sobre la arena de Eritrea,

cubre los sonidos profundos del Atlas.

Arde el fuego a voluntad por vez primera,

retrocede la helada estepa de Europa.

Un bisonte ocre sobre la oscura roca,

la cueva, refugio y hogar que nutre y crea

una primitiva madre y compañera.

La nave de los tiempos que no claudica,

navega por tribus, pueblos y ciudades,

y vive las pestes, guerras y maldades,

llevando sobre sus hombros la familia.

Insiste la historia y la locura ajena

campa a sus anchas e inventa infiernos nuevos

y la misma mujer que saliera de África

carga con sus hijos y llora a sus muertos.


lunes, 14 de marzo de 2022

Hace treinta años la sonda espacial Voyager II llegó a las inmediaciones de Neptuno e hizo una foto de nuestro planeta tierra. Este no era más que un puntito azul en medio de una inmensidad negra, qué poquito somos, ¡que insignificantes! y nos creemos el centro del universo.

Hay más de sesenta guerras activas en nuestro descerebrado mundo, la mayoría de ellas causadas por problemas fronterizos ¿Qué fronteras se divisan desde Neptuno?, esas líneas divisorias no son más que producto de la idiotez humana y cuanto sufrimiento y muerte han causado a lo largo de la historia.

Nos sorprendemos de una guerra en pleno siglo XXI, en el corazón de Europa, y no nos damos cuenta que la crueldad del ser humano forma parte de nuestra esencia.

Extrapolemos situaciones: ¿Qué nos pasa cuando conducimos nuestro coche y otro vehículo hace una maniobra que nos afecta?, pues si pudiéramos lo matábamos, ¿no?. ¿Qué les pasa a los ultras de los equipos de futbol, que son capaces de matar a un fan del equipo contrario?, ¿Qué a las pandillas de jóvenes que se dedican a dar gratuitas palizas a los más débiles o al diferente?, ¿Qué a las Maras, a las bandas latinas?,¿Qué le pasa al que tanto amor prometió a la misma persona que hoy maltrata y elimina?.

Es la misma crueldad y la misma psicopatía antropológica la que nos lleva hacia la destrucción de nuestra especie, ¿Habrá cosa más estúpida, habrá idiotez más grande?


Mi bandera es tricolor:

color cielo, mar y arena,

con un escudo cambiante

como aurora boreal.

El mástil que la soporta,

hecho de bosque y de mina,

forrado de hambre y miseria,

palo es, destino y fortuna.

Y tiene lengua oficial,

sones de todas las lenguas;

su himno es pura sinfonía:

silencio de manantial,

percusión de la tormenta,

trino de todas las aves,

el canto de las ballenas.

Tiene ejercito mi nación

con armas convencionales

de virús y de bacterias,

de lava, seismos y mares

y rayos y tempestades.

Su moneda no se acuña,

es de cambio natural,

su nombre es amor fraterno,

sin problema inflacional.

Su bandera es tricolor:

color cielo, mar y arena

carece de cualquier frontera;

mi patria se llama Tierra.


 No es fácil evadir al dolor, como humanos que somos tendemos a encerrar, en el cuarto de los olvidos, todo aquello que nos produce dolor: la pérdida de un ser querido, de una mascota, el desamor, el abandono; en definitiva, cualquier trauma que nos haga daño. A veces, logramos vestir de amnesia voluntaria un mal recuerdo, pero de vez en cuando reverdece y vuelve a lacerar nuestra existencia con la misma fuerza o más que cuando se produjo el daño. Otras veces, es nuestro subconsciente el que se empeña en jugar al escondite en los suburbios del no tiempo para llevarnos, en sueño o pesadilla, a un mundo en el que no querríamos estar.

En fin, duelos son duelos y hay que pasarlos para sanar, demorar el dolor solo traerá dolor diferido.


OLVIDAR POR QUE NO DUELA

Se desmorona y aja, esa hoja que forma

una adusta careta y fortaleza,

al caer el invierno con firmeza

sobre el valle que guarda, y lo transforma

 

al recuerdo perdido ya de su horma,

cual olvido senil en su tristeza,

es causa de dolor y despereza

la lágrima que el huso hila y uniforma.

 

Unas abiertas alas, la memoria,

en que lo vivido y a la vez presente

trae aroma de pérdida y victoria.

 

Tengo mi alma, herida por el relente,

de la noche sin fin de nuestra historia

y de la amnesia cruel esquiva y ausente.


El tiempo pasa, lo perdido no vuelve y los sueños no esperan...(Click sobre enlace o imagen para ver el videopoema) El tiempo pasa, lo perdi...