sábado, 27 de agosto de 2022

 Uno puede recrearse en los malos momentos por los que pasan las relaciones de pareja, como quien se revuelca en el fango y cada vez le cuesta más salir del espeso charco, o simplemente, disfrutar de los instantes que forman la felicidad, aprovechar esos momentos en compañía de la persona amada y vivir sintiéndose vivido. Cada uno elige, es opcional, yo ya lo he hecho...


DE PINTURAS Y PINTORES

 

¿Se puede arder sin dejar cenizas?

Siento que la voz se me difumina

entre el azul tenebroso y los ocres

que luce inane, la baranda que delimita,

el grito sordo de Munch.

 

¿Se puede pisar sin dejar huella?

Mi memoria no persiste, se derrama

por la rama desnuda y aciaga,

acompañando en la caída

al reloj fluido de Dalí.

 

¿Se puede acuchillar sin derramar sangre?

A veces soy como el toro,

otras como el caballo herido,

y otras como el pájaro enjaulado,

o como la madre que llora la muerte

en la grisalla de Picasso.

 

Se puede llorar sin lágrimas,

se puede desdecir sin la palabra,

disfrutar de los placeres

aún sintiéndose culpable

cual El Bosco en El Jardín de las delicias.

 

Se puede huir de un monstruo negro,

—o fundirse con él y ser uno más—

entre los sueños febriles

del aquelarre de Goya.

 

Se puede ser todo eso

y morir sin haber vivido,

pero yo prefiero ser un Baco reluciente,

con la mirada fija y ardiente,

en el espejo en que se mira mi Venus

y pinta, celoso, Velázquez.


 Si existe un mal capaz de acabar con la familia, el amor, la amistad, sin duda alguna, ese es el cáncer de los malos entendidos. Se enquista en nuestra mente y va creciendo en la medida que lo alimenta la incomprensión, hasta que la metástasis convertida en odio, en desapego o indiferencia, acaba con convirtiendo a las relaciones en un simple cadáver, en la fosa común de los sinsentidos.


MALOS ENTENDIDOS.

 

Dame el suplicio de la duda.

Sobre la negra pizarra de mi espalda

anota tu queja de tiza blanca,

como puñalada que se siente,

y no se puede leer.

 

Nada es más traicionero

que una mirada que huye

en el silencio esquivo

de una anunciada afrenta

 

No temo al sunami previsto

tras el sismo de un desencuentro.

Subiré los peldaños necesarios

para eludir a la ola inmensa

 

Pero si tú me pides en sacrificio,

dejaré que el mar bravo me engulla,

para renacer de nuevo

vestido de espuma,

huérfano de desalientos.

 

Aprovecharé mi necesaria muerte

para sembrar en el fondo del océano,

entre caracolas y peces muertos:

las semillas de los rencores,

los granos de palabras

que crearon nuestro desierto.

 

Y resurgiré de tu mano

sobre la tierra de un mundo nuevo.


viernes, 19 de agosto de 2022

 Tengo la impresión de que todos nosotros hemos vivido, alguna vez, el verano de nuestra vida, y este se encuentra alojado entre nuestros mejores recuerdos, y recurrimos a sus imágenes en la búsqueda de un lugar amable donde refugiarnos cuando vienen mal dadas. A ese verano va dedicado mi videopoema de este finde, cuando va finalizando el estío presente que, seguramente, será el verano de la vida de alguien.



LA DANZA DE DANA

La hoguera del deseo

consume hojas de laurel y camelias,

rojos, anaranjados y dorados,

llamas que alumbran duendes

y tiñen cada noche del estío,

si danza, bella Dana,

sobre las notas de la gaita celta.

 

Llueven en las pieles sudores nuevos

decae el día, el horizonte prende,

al través de la ventana entornada,

las manos se refugian

en enredo de columnas de muslos,

océano de senos y cosenos,

que llegan a la vez

al mismo orgasmo del sol que perece.

 

Negación del otoño que acontece

la hoja, verde, se aferra,

una vida templada ya contempla

a cada verano como un recuerdo.


 Cuando una relación se acaba, se crea una sensación de abandono en quien cree que puso más, que dió más en el amor, pero, quizás ese sea el error... que se puso más, pero no se puso TODO.


Alguien

Alguien sembró a destiempo

la fútil simiente de los reproches

y cosechó, hoz de olvido en mano,

un susurro, una voz, un grito,

que a la recolección postrera,

—como fruto de una cosecha inesperada—

sonó algo más trémulo, imperceptible,

que el estruendoso silencio del abandono.

 

Alguien abraza su cuerpo desnudo,

enlazando sus brazos al vacío,

afanado en no dejar escapar

el aroma de mujer que impregnó

todo el aire que exhaló tras su marcha.

 

Alguien aprieta con sus labios la almohada,

enrolla la sábana usada entre las piernas,

y revive la última madrugada.

 

Alguien creyó dar todo

a la empresa de amor que administraba,

y se equivocaba, se equivocaba,

—el saldo positivo de su cuenta

exponía su error de cálculo—

que en el amor, después de darlo todo,

ya no debe sobrar nada.


 Cádiz y el mar, un amor atemporal, una necesidad y dependencia hecha belleza por pinceles, notas y plumas de todas las artes. Yo no se vivir sin el aroma de sus aguas, sin el rumor de la marea, sin ver reflejado sobre sus horizontes el nacimiento y la muerte del astro rey, a levante y a poniente, todos los días del año. Y es que yo siempre he sido parte de este ecosistema y mi vida sería una utopía fuera de él. Cádiz, el mar y yo...


La renta

 

Ando buscando una renta,

que sembré en la orilla del mar en retroceso.

 

Busco esa ola que,

una vez besar tu playa,

huye de ti

y se lleva en la resaca un aliento

y el aroma sutil de tu abandono.

 

Sobre la arena húmeda

queda la tenue huella de tu pie,

casi inapreciable,

pues tu cuerpo corre ingrávido

tras el mar que se aleja

y funde en el horizonte de tu mirada.

 

La marea ladrona que bañó

alguna vez tu silueta y,

encaprichada,

se apropió de ella

vistiendo de tus colores sirenas de sal

—esas que con sus cantos

 embaucan a los marineros—

y los lleva a morir

en un poema que declama

—con la vista perdida en el océano—

la diosa Gades.


El tiempo pasa, lo perdido no vuelve y los sueños no esperan...(Click sobre enlace o imagen para ver el videopoema) El tiempo pasa, lo perdi...