Tengo la impresión de que todos nosotros hemos vivido, alguna vez, el verano de nuestra vida, y este se encuentra alojado entre nuestros mejores recuerdos, y recurrimos a sus imágenes en la búsqueda de un lugar amable donde refugiarnos cuando vienen mal dadas. A ese verano va dedicado mi videopoema de este finde, cuando va finalizando el estío presente que, seguramente, será el verano de la vida de alguien.
LA DANZA DE DANA
La hoguera del deseo
consume hojas de laurel y camelias,
rojos, anaranjados y dorados,
llamas que alumbran duendes
y tiñen cada noche del estío,
si danza, bella Dana,
sobre las notas de la gaita celta.
Llueven en las pieles sudores nuevos
decae el día, el horizonte prende,
al través de la ventana entornada,
las manos se refugian
en enredo de columnas de muslos,
océano de senos y cosenos,
que llegan a la vez
al mismo orgasmo del sol que perece.
Negación del otoño que acontece
la hoja, verde, se aferra,
una vida templada ya contempla
a cada verano como un recuerdo.
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