sábado, 17 de septiembre de 2022

 Pensamos que todo ha de tener un principio y, en nuestra bonhomía, no asumimos que a veces, también todo puede tener un final, incluso el amor...


EL ANCLA

Tú borneas sobre el ancla,

hundida, profunda y vana,

en el fondo de mi pecho,

rondando verdad y arana.

 

La borda se me hace inmensa,

la proa visión lejana,

el lago es ahora océano,

el tripulante ya es diana

por premura del asiento

de la cadena alazana.

 

hambre, sudor, aire y lágrimas

al capricho de tus ganas.

 

Quisiera llegar a puerto

y lanzar ciego la liana,

amarrar fuerte al noray

doliente en la atarazana.

 

Que me extirpen en su dique

las cadenas de tu cama,

 

y así, a pecho descubierto,

confesarle a la almohada:

¡existo como un sin ti libre,

sin anclas y sin morada!


 Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, decía Antonio Machado, la mía son recuerdos de un patio de Cádiz. Esta semana pasó por mi despacho, por una cuestión personal, un amigo de toda la vida y vecino, como yo, del Patio de Santa Teresa. Pasamos más de una hora rememorando nuestra niñez y juventud y las historias vividas sobre el albero de ese patio. Inspiración inevitable para el videopoema de este finde, va por vosotros, niños del Patio de Santa Teresa.

La última vez que estuvimos juntos fue en junio de 2013, hace 9 años (En el club náutico "Viento de Levante"), ya va siendo hora de reunirnos de nuevo.


CRÓNICAS DE ALBERO

ROMANCE DEL PATIO


Mis recuerdos son de albero,

de balón de reglamento,

BH con ruedas infinitas,

rozaduras de cemento.

 

La ropa tendida como banderas,

apodos por señas de los balcones,

color a madera —el puesto de Luis—

cubos de basura y los apagones.

 

Abascal apunta sobre la estraza

la dita que cuelga del mostrador,

sustento debido por cada casa

cobrado por semanas del fiador.

 

El elástico, la comba, la lima

el mangüiti, la rayuela, el coger

el pollito inglés sin mover los pies,

partido de fútbol, o el esconder.

 

Llantos curados con saliva

—chichones y moratones—

de la madre que consuela

besos, mimos y achuchones.

 

Patio de Santa Teresa,

de San Leo y Santa Estrella,

de las puertas siempre abiertas,

de toda una niñez bella.

 

Voces que pintan las tardes

del color de los deseos,

de tareas olvidadas

en la maleta de cuero.

 

Juanito, Juanito ¿bajas?

¿Vecina tú me has llamado?

¡que primero es la merienda!

y ya está el bollo formado.

 

Los pavos y pollos sueltos,

Curro y su puro cubano,

ceniza en los chicharrones,

escaso aseo en las manos.

 

El día de Reyes que es un estruendo,

los niños sobre el albero jugando,

los unos con su bicicleta nueva,

otros con equipación estrenando,

 

a los que nada pusieron

solo los están mirando.

Memoria en patio de albero

con sus risas y sus llantos.


 Tarde o temprano, a todos nos llegará la hora de la jubilación. Para algunos será un abismo del que se desconoce la profundidad, para otros: horas vacías sin saber como llenarlas. Para los más, el descanso y la liberación de toda una vida dedicada al trabajo. 

Yo pienso que hay que tomársela al pie de la letra de su semántica. Jubilación viene de júbilo y la RAE nos dice en única acepción que su significado es:  Viva alegría, y especialmente la que se manifiesta con signos exteriores. 

Pues eso mismo, ¡Vivamos y compartamos la alegría de sabernos libres y jubilosos!


JUBILACIÓN

Una editada postal sin remite,

vacía de mensajes y proyectos,

es laguna épica de aguas pretéritas,

oasis ignoto de aguas futuras;

la siega de un inesperado otoño,

semillero de vida, siembra de horas.

—La noria llena la finita acequia

con el sudor de la frente de Adán.

 

Ardió la cera, se agotó la vela,

el sendero sigue por el abismo,

nace el vértigo de ignorar su fondo,

nos sentamos en el borde y apagamos

todo lo que fue, todo lo que fuimos.

Fundimos nuestra mente en la pregunta,

como el rosco en el mar de un mal naufragio

—¿y ahora qué?, y después de ahora, ¿qué?

 

La noria que rueda cambia su giro,

remites la postal llena de versos,

el oasis se abre en vergel de historias,

se recogen los frutos otoñales,

no arden las ceras, prenden los deseos

y el abismo cruel es ya una pradera.

Está por venir la hora de la siega

—¿y ahora qué? ¡ahora empieza la vida!

 


El tiempo pasa, lo perdido no vuelve y los sueños no esperan...(Click sobre enlace o imagen para ver el videopoema) El tiempo pasa, lo perdi...