Pensamos que todo ha de tener un principio y, en nuestra bonhomía, no asumimos que a veces, también todo puede tener un final, incluso el amor...
EL ANCLA
Tú borneas sobre el ancla,
hundida, profunda y vana,
en el fondo de mi pecho,
rondando verdad y arana.
La borda se me hace inmensa,
la proa visión lejana,
el lago es ahora océano,
el tripulante ya es diana
por premura del asiento
de la cadena alazana.
hambre, sudor, aire y lágrimas
al capricho de tus ganas.
Quisiera llegar a puerto
y lanzar ciego la liana,
amarrar fuerte al noray
doliente en la atarazana.
Que me extirpen en su dique
las cadenas de tu cama,
y así, a pecho descubierto,
confesarle a la almohada:
¡existo como un sin ti libre,
sin anclas y sin morada!
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