A veces la poesía se convierte en queja, en protesta en reivindicación, en grito sordo del poeta. Hoy, mi videopoema, está inspirado en el miedo y en la rabia, y en la impotencia.
Suenan tambores de guerra; la palabra que debiera desaparecer de todos los diccionarios, de todas las lenguas.
La paz es prostituida con la firma en papel mojado de tratados y armisticios, y la tinta invisible de la pluma de los poderosos.
Una marioneta, el Batillo de Europa, siempre manejada por hilos ajenos, por las manos extrañas de América, Rusia o, cada vez más, China… y resulta que es el sitio donde vivimos y no podemos decidir sobre la suerte que corremos.
SIEMPRE EUROPA
La mar no es el
enemigo, es camino.
Cobarde la
emboscada del gabacho
que a estribor
y babor cobra las vidas
del Marqués
Cardeñosa y su galeón.
El velamen
volando entre dos aguas,
perdidos
trinquete, mesana y mayor,
escuálidos
tripulantes y escuadra,
lucha con
mendrugos y escorbuto
mueren de a
diez en la bahía.
Ni la Paz de
Westfalia,
ni la de los
Pirineos
Treinta años de
batallas,
siempre Europa
siempre la
misma Europa, que se desangra,
Los cincuenta
de Versalles
no taponaron
profundas heridas
volcanes que
supuran odios eternos
ojos que
destilan venganzas incumplidas.
Ni los cuarenta
y nueve de San Francisco
ni el Código de
Nüremberg
ni los acuerdos
del setenta y nueve de París
ni las brasas
aún calientes de la guerra fría.
Ni la pluma sin
tinta
que firma
tratados y promete paz
Antes pedreros
y falconetes y bombardas,
ahora drones y
misiles intercontinentales,
siempre Europa
siempre la
misma Europa, que se desangra,
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