Uno puede recrearse en los malos momentos por los que pasan las relaciones de pareja, como quien se revuelca en el fango y cada vez le cuesta más salir del espeso charco, o simplemente, disfrutar de los instantes que forman la felicidad, aprovechar esos momentos en compañía de la persona amada y vivir sintiéndose vivido. Cada uno elige, es opcional, yo ya lo he hecho...
DE PINTURAS Y
PINTORES
¿Se puede arder
sin dejar cenizas?
Siento que la
voz se me difumina
entre el azul
tenebroso y los ocres
que luce inane,
la baranda que delimita,
el grito sordo
de Munch.
¿Se puede pisar
sin dejar huella?
Mi memoria no persiste,
se derrama
por la rama
desnuda y aciaga,
acompañando en
la caída
al reloj fluido
de Dalí.
¿Se puede
acuchillar sin derramar sangre?
A veces soy
como el toro,
otras como el
caballo herido,
y otras como el
pájaro enjaulado,
o como la madre
que llora la muerte
en la grisalla
de Picasso.
Se puede llorar
sin lágrimas,
se puede
desdecir sin la palabra,
disfrutar de
los placeres
aún sintiéndose
culpable
cual El Bosco
en El Jardín de las delicias.
Se puede huir
de un monstruo negro,
—o fundirse con
él y ser uno más—
entre los
sueños febriles
del aquelarre
de Goya.
Se puede ser
todo eso
y morir sin
haber vivido,
pero yo
prefiero ser un Baco reluciente,
con la mirada
fija y ardiente,
en el espejo en
que se mira mi Venus
y pinta, celoso,
Velázquez.
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