viernes, 19 de agosto de 2022

 Cádiz y el mar, un amor atemporal, una necesidad y dependencia hecha belleza por pinceles, notas y plumas de todas las artes. Yo no se vivir sin el aroma de sus aguas, sin el rumor de la marea, sin ver reflejado sobre sus horizontes el nacimiento y la muerte del astro rey, a levante y a poniente, todos los días del año. Y es que yo siempre he sido parte de este ecosistema y mi vida sería una utopía fuera de él. Cádiz, el mar y yo...


La renta

 

Ando buscando una renta,

que sembré en la orilla del mar en retroceso.

 

Busco esa ola que,

una vez besar tu playa,

huye de ti

y se lleva en la resaca un aliento

y el aroma sutil de tu abandono.

 

Sobre la arena húmeda

queda la tenue huella de tu pie,

casi inapreciable,

pues tu cuerpo corre ingrávido

tras el mar que se aleja

y funde en el horizonte de tu mirada.

 

La marea ladrona que bañó

alguna vez tu silueta y,

encaprichada,

se apropió de ella

vistiendo de tus colores sirenas de sal

—esas que con sus cantos

 embaucan a los marineros—

y los lleva a morir

en un poema que declama

—con la vista perdida en el océano—

la diosa Gades.


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