domingo, 24 de julio de 2022

 Hay momentos en la vida en que la soledad es un bien invalorable, pero en otros momentos es dolor y amargura, esos momentos en que nos sentimos como escombros de nosotros mismos, tan duros y fuertes, tan granito como nos creíamos.


EL ADOQUÍN

 

Gris jaspeado,

granito puro que delimita calzada y acera.

Lluvia, viento y sol

se vengan en su dureza desnuda,

erosionan sus vértices sin piedad,

forman correntías que lo transforman

en rivera de un arroyo fortuito.

 

A veces, se viste de ceras ciriales

que caen de la mano de un niño,

pedigüeño de limosna semanasantera,

 

otras, el volar de serpentinas y papelillos

nutren su gris de variados colores

y, las más, luce tristeza grisácea.

 

Siente un intermitente golpeteo,

el mismo bastón blanco,

afanado por el ciego de siempre.

 

Se despereza al comienzo del día,

de nuevo la misma rutina,

Se ve como Bill Murray

 'Atrapado en el tiempo',

 

Un temblor indescifrable recorre su estructura,

una máquina diabólica

va derruyendo calzada y aceras.

 

La instalación de la fibra óptica

levanta todas las calles,

y él es, tan solo, un trozo más de ellas.

 

Con el resto de los escombros,

ahora movilizado el que se creía inmóvil,

va camino del punto limpio.

 

Así me siento yo tras tu marcha.


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