lunes, 14 de marzo de 2022

 No es fácil evadir al dolor, como humanos que somos tendemos a encerrar, en el cuarto de los olvidos, todo aquello que nos produce dolor: la pérdida de un ser querido, de una mascota, el desamor, el abandono; en definitiva, cualquier trauma que nos haga daño. A veces, logramos vestir de amnesia voluntaria un mal recuerdo, pero de vez en cuando reverdece y vuelve a lacerar nuestra existencia con la misma fuerza o más que cuando se produjo el daño. Otras veces, es nuestro subconsciente el que se empeña en jugar al escondite en los suburbios del no tiempo para llevarnos, en sueño o pesadilla, a un mundo en el que no querríamos estar.

En fin, duelos son duelos y hay que pasarlos para sanar, demorar el dolor solo traerá dolor diferido.


OLVIDAR POR QUE NO DUELA

Se desmorona y aja, esa hoja que forma

una adusta careta y fortaleza,

al caer el invierno con firmeza

sobre el valle que guarda, y lo transforma

 

al recuerdo perdido ya de su horma,

cual olvido senil en su tristeza,

es causa de dolor y despereza

la lágrima que el huso hila y uniforma.

 

Unas abiertas alas, la memoria,

en que lo vivido y a la vez presente

trae aroma de pérdida y victoria.

 

Tengo mi alma, herida por el relente,

de la noche sin fin de nuestra historia

y de la amnesia cruel esquiva y ausente.


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