Hoy, como todos los último sábados de mes, tuvimos tertulia poética. Esta vez los elementos atmosféricos quisieron asistir a ella y hubo que cambiar de ubicación, el Poniente clausuró el Parque de Genovés y nos acogió el baluarte de la Candelaria. Cualquier enclave es bueno para declamar.
El tema fue "El orgullo". Para mí es un sentimiento ancestral que se da tanto en seres humanos, como en el resto de la fauna de este planeta ¿Quién no recuerda algún documental de la sabana en la que la madre leona, después de cazar a su presa, la traslada orgullosa a donde la manada para alimentar a sus cachorros?, incluso algunos poetas le otorgan ese sentimiento a algún árbol, el orgulloso Carbayón, el humilde roble, la soberbia secuoya...
En mi poema de este finde utilizo los cuatro elementos sublunares o mejor conocidos como los cuatro elementos de la antigüedad presocrática, como referentes de la naturaleza del orgullo. En sus extremos el orgullo, o es soberbia, o es humildad.
LOS CUATRO
ELEMENTOS
Aire, de tu
prendado pecho bebo,
me embriago sin
remedio
cuando se
convierte en mi nombre
al susurro de
tus labios humildes.
Aire, huracán
que brama de tus ojos,
me aturde sin
remedio
cuando se
convierte en reproche,
por el grito de
tus labios soberbios.
Tierra, la
arena de tu piel desnuda
—todas las
horas marca—
cae grano a
grano, roce a roce,
la caricia de
tus manos humildes.
Tierra, cual
sismo que tu piel genera
—todos mis
miedos marca—
temor de verte
en otros brazos,
los que
acaricien tus manos soberbias.
Agua, olas son
las curvas de tu cuerpo,
sueños suaves
de luna,
al alba, el
vaivén de tus besos,
al designio de
tu mirada humilde.
Agua, la
tempestad que me sublima,
pesadillas de
luna,
al alba el
deseo se olvida,
designio de tu
mirada soberbia.
Fuego, calidez
de palabra y hogar,
—sol, tu pelo
me abriga—
el verso que tu
boca calla,
el poema de tus
senos humildes.
Fuego, fulgor
hiriente en la disputa,
el rayo que
hende el alma,
amor que muere
en el desprecio
del silencio de
tus senos soberbios.
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