Este sábado celebramos, en el Espacio Literario Fernando Quiñones, un acto de homenaje a la mujer: "Grito de mujer", con motivo de su día internacional.
En esta ocasión la temática propuesta a desarrollar, en las diversas vertientes artísticas, fue "Nuestras Ancestras".
Mi colaboración la hice ¡vaya sorpresa!, en forma de poema. En esta humilde aportación hago una respetuosa referencia a la mujer, madre y compañera, que desde el principio de los tiempos ha venido soportando sobre sus hombros el peso de toda la humanidad. La historia es cíclica, siempre se repite, la paz, yo la definiría como el período que transcurre entre dos guerras ciertas. La humanidad no cambia y, aunque en nuestra desarrollada sociedad europea se ha avanzado lo indecible en derechos que igualan a hombres y mujeres, desde el origen de la especie humana la mujer sigue cargando con sus hijos y llorando a sus muertos.
LA HUMANIDAD NO CAMBIA
Vuela un tul sobre la arena de Eritrea,
cubre los sonidos profundos del Atlas.
Arde el fuego a voluntad por vez primera,
retrocede la helada estepa de Europa.
Un bisonte ocre sobre la oscura roca,
la cueva, refugio y hogar que nutre y crea
una primitiva madre y compañera.
La nave de los tiempos que no claudica,
navega por tribus, pueblos y ciudades,
y vive las pestes, guerras y maldades,
llevando sobre sus hombros la familia.
Insiste la historia y la locura ajena
campa a sus anchas e inventa infiernos nuevos
y la misma mujer que saliera de África
carga con sus hijos y llora a sus muertos.
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