Soy lo vivido, el niño solo al que la madurez llegó cuando menos se la esperaba, y las vivencias llegaron para quedarse, sin rencores, usando el olvido selectivo, como quien mete en el saco blanco los buenos recuerdos y en el negro los malos, para cerrarlo por siempre, para no acudir nunca a mirar en su interior. Aún soy ese niño solo, solos venimos a este mundo y solos nos iremos...
NIÑO SOLO
Yo nunca fui el niño que otros eran,
nunca miré como otros miraban
ni brotaron mis pasiones
de un ordinario manantial,
tampoco mis penas manaron
del mismo surtidor.
Mi corazón no fue frecuencia de resonancia
de otros corazones
ni gozo en sus mismos tonos.
El amor era gacela extraña,
siempre a la huida,
siempre en soledad.
Abrumado por el lento transcurrir
—en el deseo de la edad adulta—
el estío se hacía eterno.
Solo, sobre el albero inocente,
presumía miradas de ventanas indiscretas.
En el escalón de un portal sin nombre
devoraba libros, para alivio de mi pena,
pena por la pérdida de una novia imaginada.
En los albores de mi azarosa existencia,
la vida me atrajo
a cada abismo del bien y del mal,
aun sin ser el niño que otros eran.