martes, 17 de enero de 2023

 Seguro que os habéis planteado, alguna vez, lo veloz que pasa el tiempo. Llegan las fiestas anuales cada vez más rápido, aún no se ha secado el bañador del último verano, cuando ya está llegando el nuevo estío. Es como una maldición, cuanto más tiempo llevamos vivido, más rápido pasa el que nos queda por vivir. 

Yo siempre digo: ayer me acosté con veinticinco años y hoy me he levantado con sesenta y uno...



DEMASIADO PRONTO

 

Se ha licuado el tiempo,

como lo hacen los relojes

en la "persistencia de la memoria",

y fluye, antes lento como remanso,

ahora bravo como en avenida

devorando años, los hijos de Cronos.

 

Me comentas que vuelan las etapas

cual meigas en sus escobas,

desbrozando vida,

convirtiéndola en recuerdos.

 

El tiempo también fue niño,

navegó un océano de sorpresas,

consumiendo lentos meses

como varitas de incienso.

 

 

La cuerda hoy la dan las prisas

—lo que se perdió, se dio por perdido—

poco a ganar nos queda en el camino,

se va entre la artrosis de manos muertas.

 

Aquel océano, a veces calma chicha,

otras veces marejada o mar gruesa,

hoy es sólo una ola asesina,

un tsunami, que consume imparable

el presente, que ahora es menos tiempo.

 

Ni Einstein siquiera lo explicó:

al tiempo lo tachó de relativo

simplificando al máximo, no más,

ya que nunca pensaba en el futuro,

pues siempre llega demasiado pronto.


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