Cada verano se nos plantea la misma situación: el comienzo de un nuevo ciclo. El Estoicismo y el propio Nietzschen así lo expresaba: la quema periódica de lo viejo y el resurgimiento de lo nuevo, que todos los acontecimientos del mundo, todas las situaciones pasadas, presentes y futuras se repetirán eternamente.
EL ETERNO RETORNO
¿Acaso no ardió el último verano?
no esperó el fuego fatuo a la hojarasca
que tiñe de ocres la verde vereda
en que encontré tu sonrisa de niña.
¿Acaso sucumbió tu pelo en cano?
otrora azabache y trenza de yesca
para prender ansias de cuerpo y seda
estrenando noches de vuelo y vida
¿Acaso ya murieron los arcanos?
baraja en pánico sobre tu mesa,
sobre el ahorcado rueda la rueda
el azar ya no marca la partida
¿Acaso acabado y muerto hoy comienza?
el Fenix que renace de su cresa
retornando al verde aquella vereda
en que perdí tu sonrisa de niña.
¿Acaso es cierto el eterno retorno?
finito el argumento, igual que el tiempo,
fugaz existencia y fugaz verano,
todo ardió, vereda sin hojarasca
que siempre vuelve a renacer de nuevo.