Rumores, murmuraciones, maledicencias, calumnias... nadie está libre de sufrirlas, pero tampoco de crearlas. Tan solo somos conscientes del daño que causan, cuando somos nosotros el blanco de los infundios. Apliquémonos, pues, el cuento: No hagamos a los demás lo que no nos gusta que nos hagan a nosotros. Para una lengua tóxica, siempre hay un oído presto, destruyamos ese vínculo y no seamos nosotros ni fabricantes ni transmisores de las injurias, así evitaremos causar un daño gratuito.
(Para ver el videopoema, hacer click sobre enlace o imagen)
¿Qué me
cuentas?
Tus palabras
cuelgan de mis lóbulos
como
zarcillos de alambrada acerada,
ni conozco
ni me importa
pero es
agria la hiel que emanan,
laceran a
voluntad la impresión,
la candidez
supuesta a quien difamas.
Tú no
dominas el silencio
hacedor de
mensajes gestuales,
tampoco la
honda que devuelve
la piedra
que arrojas sin clemencia.
Nunca te
planteaste el gen de la semilla,
para la
siembra infame.
No eres
mejor que tu diana
y, sin
embargo,
le lanzas
dardos infundados
en el afán
de horadar el centro.
El perdón no
afecta a la infamia,
la herida ya
está hecha y supura,
de nada
sirve pedirlo,
pero ¿qué me
cuentas?
aún estás a
tiempo,
cállate,
mejor calla,
y se dueño
de tu silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario