sábado, 3 de diciembre de 2022

 La vida es un tren que va recorriendo estaciones de paso, hasta llegar a la última estación. Para reflexionar, hay que parar la marcha en algunas de las estaciones intermedias y observar el mundo desde una perspectiva más distante, para darse cuenta de lo perverso y presuntuoso que puede llegar a ser el ser humano.


El artista, el poeta y yo

 

Navegas, en la derrota incierta por el ártico

de un pasillo sin fin, que lleva a ninguna parte,

una pradera adonde aún no creció la hierba,

como el vagabundo que dice ser un artista.

 

No aceptas nada, más todo tu entorno te aflige,

ni admites la armonía de ser tu propio dueño.

 

Eres pájaro sin rumbo inmerso en la tormenta,

la que no dejas rugir, ni te dejas llevar.

 

Finges ser sabio y feliz, el ser iluminado,

al igual que mienten los héroes en las guerras.

 

Suplicas la embriaguez y no aceptas su resaca,

y no te enteras que todo está dentro de ti:

la risa del infante y la ansiedad de la muerte,

el oro y el fango, el gozo y la pena, luz y hastío.

 

¡Dios mío!, que perverso y presuntuoso es el hombre,

sobre todo, el artista. Sobre todo, el poeta.

Sobre todo, yo.

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