¿Y si pudieran ver los demás a través de nuestros ojos, sentir lo que nosotros sentimos, ser voz y parte de nuestros propios pensamientos? Quizás sea la única forma de sofocar la incertidumbre que provoca la incomprensión. Quizás podamos entender el porqué los otros ven colores diferentes a los que nosotros percibimos, y ahorrarnos explicaciones vanas para justificar nuestros propios actos, o tal vez sea más sencillo intentar mirar nosotros al través de los ojos ajenos y ver el mundo como el mundo nos ve a nosotros.
UN POEMA NACE DE REPENTE
No se pueden restañar heridas invisibles
Ni existe botón de reinicio para la vida
Ni se puede restaurar la sesión que ya avanza
al ritmo del duro acero que horada inclemente.
No es posible ver, al través de ojos exigentes,
si no soportan que los míos vean poesía,
ni que gocen, sueñen y sufran de otra manera,
versos que dictan mi sentencia: condena a muerte.
No quiero vivir en soledad esta Odisea,
mientras Penélope teje su manta indolente
y desteje cada noche, en su indolencia oscura.
Compongo, pobre incauto, entre el nublado y el relente,
sobre la mesa, una pena clama ser escrita,
y en el papel, un poema nace de repente.
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