Es difícil emprender el viaje de la vida.
Por mucho que se crucen con el nuestro los caminos de otras vidas, siempre hacemos el viaje en solitario. Enfrentamos obstáculos, nos marcamos metas a veces imposibles de traspasar, logramos objetivos, perdemos personas queridas, olvidamos amores y comenzamos a amar de nuevo, vamos perdiendo inocencia y ganando experiencia con cada paso que damos. A veces la confusión es tal, que no sabemos distinguir entre el sendero y el caminante, pero lo que nunca debemos olvidar es el camino de casa, la vuelta al punto de partida, nuestra identidad, lo que nos vincula a la naturaleza y los demás seres.
YA PUEDEN
Ya puede la oscuridad del mar
ser más negra que el vantablack,
confundir, incluso, al Leviatán
que se pierde en sus profundidades.
Ya puede el laberinto ser tan entrincado
que el propio Minotauro no encuentre la salida.
Ya puede existir un desierto
de arenas movedizas;
una galaxia de agujeros negros,
sin estrellas;
una mente obtusa,
un idioma ignoto;
un olor a muerte impregnando la piel;
un pasillo del terror de “El resplandor”.
Ya pueden escarbar tumbas para almas
en un cementerio sin noches,
cambiar el nombre de todas las calles,
o destruir ciudades
al paso de las botas marciales,
que yo siempre encontraré el camino a casa.
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