Como si fuera un día más, pasé frente al Patio de Santa
Teresa y vi las máquinas cubriendo de alquitrán miles de historias que yacían
en el albero dormido bajo el antiguo asfalto. Hoy, lo que marcábamos con una
sudadera a modo de portería, aparecía dibujado de plaza de aparcamiento, lo que
era nuestro reino infantil, nuestro centro de aprendizaje, nuestro trozo de libertad
pasaba a ser un simple parquin con reja de entrada.
Me vinieron a la mente momentos dormidos en el subconsciente
y estos me inspiraron el videopoema de este finde. ¡Va por vosotros, mis niños
de Santa Teresa!
YO NIEGO HABER SIDO NIÑO
Yo niego haber sido niño, simplemente fui feliz.
Una destartalada bicicleta, de mi vecina Ana,
llenaba las sombras de las tardes de verano.
El Leo, sobre el felpudo de mi puerta,
conjugaba el verbo “siesta”.
El cuero abrasivo, de un balón remendado,
bastaba para vestirnos de zamarras varias
al alimón del equipo de nuestros amores.
Cada uno el suyo.
Los pollos en estío
y los pavos blancos navideños,
nuestro pequeño zoo
a las puertas de la carnicería de Curro.
Curro debió de nacer con un habano en la boca,
malabares de ceniza,
¿cómo no caía nunca
en el bol de los chicharrones?
Y el puesto de Luis,
los cheiws, los bazoocas,
las cotufas, las pipas
y los flash golosina:
mi rico helado,
del congelador,
lo saco congelado.
Los cromos de la liga,
Amancio, Gento, Pirri
Reina, Asensi, Rifé,
Manolín Bueno, Migueli,
Andrés, Baena...
El papel de estraza de Ultramarinos Abascal,
detrás de la vitrina,
a Antonio, chicuco santanderino,
no se le escapaba una.
"Antonio dice mi madre:
que me des dos quilos de papas y una casera a cuenta"
"Pues dile a tu madre:
que para su cuenta ya me falta papel".
Y así pasaban los días.
Las colonias de chiquillos
atravesando nuestro patio
camino de la playa.
el cruce de miradas
desafiante con los niños,
guiños y sonrisas con las niñas
en los amaneceres adolescentes.
Y, Esperanza, dame un poquito de agua.
Y Mame acordándose de nuestros parientes
si marcábamos la silueta del balón
sobre sus tendidas sábanas blancas de añil.
Y Enrique, con sus gritos ininteligibles:
¡shissss!, ¡niño, niño, niño!...
si nos acercábamos, más de la cuenta, a su coche.
Y, ¿vecina tu me has llamado?...
Los tapones, el trompo, la lima…
nuestra vuelta ciclista a España,
montada la ilusión,
sobre latillas de Cruzblanca.
Wili, Kiko, Chichi,
Pascualín y Manolín, Andresín,
Antonio Leal, Selu, Paquito
Fernando Bermudez,
Manolo Mancheño, Jesús,
Los niños de Ana la Grande,
Los Salados, Luisito, Pepe el Yuyu,
Dieguito…
y otros que no me acuerdo
y otros de los que no quiero acordarme.
Nos fuimos marchando.
Conforme la pubertad llegaba
nos fuimos marchando.
Y yo nunca fui niño, simplemente fui feliz.
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