¡Silencio!, ¿Es que no lo oís?, es la Tierra que nos habla en boca de fuego y fango. No podéis decir que no os ha avisado, la Tierra no es traidora...
La tierra habla en boca de fuego y fango.
Desbroza laderas, cobra riveras,
cubre nuestras miserias y genera
un nuevo mundo, a estrenar, sin memorias.
Si la tierra ruge, hasta el león calla
Y si la tierra enjuga al cielo abierto
no sé el cauce que contenga su lengua,
la lengua de los idiomas perdidos,
de seres capaces de la sorpresa
depositada en cada amanecer.
Resuenan, tras el rumor del volcán,
sones ancestrales de noche humana,
loas, rezos y cantos dedicados
a la montaña que se traga el sol.
En el alba primaria de los tiempos
el agua era solo agua, y no avenida
y el fuego y el volcán eran creación.
En el alba, el humano era uno más.
Hoy, cuando la tierra nos habla y grita,
sus palabras tan solo constituyen
nuestra egoísta medida del desastre.
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