Todos somos bien y mal, ying y yang, la maldad extrema no
nos sirve, ni la bondad extrema tampoco. La primera: porque o matas, o te matan,
la segunda: porque te toman por tonto. En
medio, infinitos pantones y colores, inabarcable escala de grises que
nos aporta necesarios contrastes para poder elegir, para poder tomar una
decisión, para saber distinguir. Nada es puramente negro o blanco.
Yo, nada sin ti; tú, nada sin mí
¿Somos acaso hijos de un mal
menor?
siempre evitando ser en este
mundo.
Los talentos son siempre volitivos
callos de la razón y la
conciencia,
el hábito que no hace al monje.
Surgimos de los estados del alma:
ora maldad, empapada de astucia
ora bondad, paz y sabiduría.
Si funden en perfecta proporción:
creadoras de belleza y armonía.
El placer, subordinado del bien:
carece de pasión y picardía;
si del mal: razón violentada y
ausencia,
merma de conformidad y empatía.
Nada es sin su contraste
Yo nada sin ti.
Tú, nada sin mí.
Tú, ora maldad, ora bondad.
Yo, ora bondad, ora maldad.
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