Esta semana pasada se celebró en Cádiz la Feria del Libro, este año se homenajeaba a los escritores americanos. Yo compuse este glosollaje dedicado a "El Cuervo" de Edgar Allan Poe. Espero que les guste (Click sobre enlace o imagen para ver videopoema)
No sé si he confundido las doce dadas,
con el crujir de la ventana entreabierta,
—eso me pasa por embeberme en su poesía—
me pesa la cabeza y se me cierran los ojos.
Pero no, aun faltan minutos para las doce,
cabe cerrar o abrir de par en par la ventana,
es julio pero a mi mente viene un gélido diciembre
y, a pesar de la flama, me entra un escalofrío,
como quien recibe a un inesperado visitante.
Eso es todo y nada más.
Recuerdo el reflejo de las llamas moribundas
al pie de mármol blanco de la chimenea,
medianoche cerrada, ansias de que llegue el alba,
vuelvo a leer el mismo verso una y otra vez,
soy incapaz de pasar a la siguiente línea,
cabeceo incontrolable de un Morfeo incompleto.
Yo no he sufrido el dolor por la pérdida,
más he hecho mío el sufrimiento por Leonora,
La única, aunque en mi vistiera otros nombres,
Aquí ya sin nombre para siempre.
Ahora acallando un latir arrítmico, descompasado,
del lejano corazón y, aun así, afín del otro poeta,
oigo el crujir cortinas al viento leve de levante
en una medianoche cerrada, sin luna, sin estrellas,
me da la sensación de que llaman al cristal
golpeando con urgencia, tal vez alguien huye,
un visitante que viene a mi casa a deshora.
Intento vislumbrar en lo hondo de la penumbra,
no se decir si con temor a lo desconocido.
Oscuridad y nada más.
Ciertamente, me dije, ciertamente
algo sucede en el cristal de mi ventana,
¡que calle ahora el corazón descompasado!
su rumor me distrae y absorbe la mirada,
y no puedo deambular por el misterio.
Despabilado, he pasado al siguiente verso,
dejo el libro, cuidadosamente, para no espantar poemas,
sobre la mesita de lectura del salón,
y me acerco curioso a la ventana entreabierta,
¡Es viento y nada más!
Volví sereno sobre mis pasos, antes curiosos,
volví a la lectura del verso expectante,
me llevó a la reja de la ventana del poeta,
aquella que abrió de un súbito golpe
y con suave batir de alas, entró
un pájaro de ébano, el cuervo,
irreverente, con aires de grandeza,
hasta posarse, quedo, en el busto de Palas
sobre el dintel de una puerta,
Posado, inmóvil, y nada más.
Así, ya imbuido en la lectura del poema,
ya fuera perdido en mi propio sueño,
o sonámbulo en el sueño del otro poeta,
le pregunté por su nombre,
en la ribera de la Noche Plutónica,
Y el Cuervo dijo: “Nunca más”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario