sábado, 13 de julio de 2024

 Ahora que llegó la estación más alegre del año, en la que podemos disfrutar de más tiempo libre, es cuando más echamos de menos a quien ya no puede compartirlo con nosotros, quien ya no está en nuestra vida por uno u otro motivo. (Click sobre imagen o enlace para ver videopoema)


AHORA


Ahora, que las uvas lucen tersas de azúcares,

preludio de la metamorfosis etílica.

Las orillas aparecen de olas calmas,

resonando su rumor en la caracola de tu pelo.

El sol tatúa de melanina tu piel desnuda,

y la luna atrevida disputa el día,

sin esperar el acuno de las largas noches.


Ahora, que volvieron golondrinas y marcharon garzas,

cambiaron las calles de rostros, de voces.

Las huellas de tus pies se confunden en la arena,

se funden con el mar al subir la marea.

En las casas se oyen nombres extraños,

las teselas de la acera percuten rodar de maletas.

Se cambian por sedas y satén todas las franelas.


Ahora, que la primavera se ha marchado,

nuevos los frutos de flores viejas.

Vacíos los nidos, 

llenos los cielos de alas nuevas.

Los patios colmados, vacías las escuelas,

solas las ciudades, atascadas las carreteras,

sueltas las lenguas en sillas de enea.


Ahora, que el trigo peina trenzas rubias

luciendo diademas de amapolas. 

Ahora, que el frío llega envasado

y abanican las caras las muñecas.

Ahora, que parece que todo comienza,

yo me siento acabado 

por el pesar de tu ausencia.


 No, no tuve el placer de conocerte, Mario, te fuiste muy pronto, con solo 27 años, dejaste a la poesía huérfana de ti, pero a los treinta años de tu partida, un amigo común, Roberto G. Krawiter, me contó parte de tu historia y me pidió que te dedicara un poema para homenajearte, y este es el resultado. (Click sobre enlace o imagen para ver videopoema)


A MARIO VIADEL MESTRE


Largo te lo fiaba en clave de sol,

en un verbo la vida se gastaba,

al Albor, que tus versos declamaban

la parca, que jugaba de farol.


Fueron treinta rendidas primaveras,

sin las flores latentes de tus manos,

son ausentes las lunas que pintamos,

rota la poesía postrimera.


Yace y pervive en los pechos amigos

el rumor de las letras preteridas,

pendientes de escribir con tu partida.


Juventud, en ti, eterna pretendida,

quedaron los poemas sin tu abrigo,

mil novecientos noventa y cuatro,

treinta años son testigos.


 ¿Alguna vez nos paramos a pensar en cuantos sentimientos, incluso contradictorios, nos despierta el mendigo de la esquina?...

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¿Vio usted la tersura de aquella mano?

¿la que porta el anciano de la esquina?

verá, permítame una explicación,

tersa, tersa, lo que es tersa, no está, 

—el envés áspero de pura arruga—

pero la planta, lienzo de las líneas,

donde creen leer las pitonisas

el pasado, vida, suerte y futuro,..

la planta la tiene tersa, sin rayas,

pues no tiene pasado ni futuro.

Mejor dicho, no quiere recordar,

y del futuro nada le interesa…

No, no es parte del mobiliario urbano,

sí, ya sé que lleva ahí desde siempre,

con el mismo cartón, la misma frase:

"sólo quiero una caña para pescar"

pero, para eso ya no tiene edad.

Sus limpios andrajos, su barba blanca,

frente despejada, ceño fruncido,

delatan una edad indescriptible,

pero, al fin y al cabo, es mucha la edad…

Iza su frente al son de las monedas,

no dice palabra, pero sus ojos,

—azules claros de agradecimiento—

donan luz y camino al transeúnte,

hasta que, de nuevo, apaga la calle

cuando humilla en el pecho la mirada.

¿Vio usted la tersura de aquella mano?

¿la que porta el anciano de la esquina?

no, no es parte del mobiliario urbano,

es cualquiera de nosotros con su fortuna.


 Hay quien no merece, siquiera, el sacrificio de cortar una flor... (Click sobre enlace o imagen para ver videopoema)


LA FLOR

Pienso que he cometido un floricidio,

arranqué el color a la masa verde,

deslucí el trabajo primaveral

tan solo por intentar complacerte.


Ahora soy preso de este martirio,

del que delinque cuando ve que pierde,

por dejar la natura sin aval,

desnuda, hurtada de flor y a su suerte.


Y todo por suplicar el perdón,

sin tener conciencia de haber pecado,

sin saber que tú me lo concedieras.


Hago de mi conciencia una prisión,

cumplo pena, por ti, de haber dejado

sin color a toda la primavera.


 Ya se acaba el verano y ahora me asaltan recuerdos de la playa de mi niñez, adolescencia y juventud, de los que están y los que se fueron, ...