Aunque suene a tópico decirlo, todos tenemos un pasado, somos lo que fuimos, lo que vivimos, frutos de nuestras filias y fobias. No podemos huir de ello, tenemos una mochila de piel propia, cargada a nuestras espaldas, con la que avanzaremos hasta el final de nuestros días.
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Usted también tuvo un ayer
una puerta aún abierta a la corriente
que transporta aromas pasados.
Un pozo de miradas, de labios, de rostros,
una mina de palabras oídas y olvidadas
que dañan como polvo de hulla
colapsando nuestros pulmones.
Nadie mira con ojos nuevos,
detrás de cada iris, yacen los recuerdos,
como duermen los sueños de niñez
tras la desnuda y madura realidad.
Rascamos nuestra piel y florece piel nueva
—aunque nos desgastemos las uñas
rascándonos el corazón, si es acero,
todo queda como en ánfora sellada.
Porque todos tuvimos un ayer, usted también,
somo vivencias en evolución,
patentes de lo que alguna vez fuimos,
de lo que amamos, odiamos, sentimos,
presos de lo que callamos, leemos, escribimos...
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