Ante tanta mentira, ante tanta injusticia, ante tanta falsedad e hipocresía, el poeta, como ente social, debe hablar, e incluso clamar y gritar a través de su poesía.
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Hablaba gritando,
como quien grita
para espantar sus temores.
Hablaba como quien huye,
confundido en la espesura
de la piel del bosque.
Hablaba con prisas,
sin signos de puntuación
y lo que es peor: sin silencios.
Y hablaba sin parar de hacerlo
para así evitar la furtiva pregunta,
como quien quiere borrar su pasado
al declarar ante un implacable juzgado
y así mostrarse huérfano de pruebas acusatorias.
Hablaba sin sentido
y pagaba caro el silencio ausente
cara la vida desatenta,
a duro precio el pan de cada día.
Rasgaba la garganta en cada grito
y cada grito era la súplica del sordo.
El metal noble del martillo,
no atinaba con la superficie del yunque.
Así el poeta,
son tiempos de mentira,
tiempos infértiles,
Una farsa a la que gritar.
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