viernes, 3 de septiembre de 2021

La depresión es enfermedad, pero los estados depresivos se pueden padecer sin necesidad de estar enfermos: por la pérdida de un ser querido, una ausencia, un desamor, un desengaño, una ofuscación, incluso el agotamiento físico o mental. El poeta, para transmitir, tiene que ponerse en la piel del sentimiento ajeno, existen diversas técnicas que ayudan a conseguir este estado. Yo aproveché el cansancio originado por el gozo de un día en Isla Mágica con mi sobrinilla Alejandra, para generar este triste poema sobre la depresión ocasional.



SALIR POR LA TANGENTE

 

Son la una en el carrillón de la sala,

desnuda el silencio y despierta el tiempo.

Sobre la mesa de camilla un sobre…

la solapa luce blanca sin nombres.

Una hoja rayada asoma como alas

que trasladan noticias a los vientos.

 

Llora por fuera el cristal del balcón.

 

La luz tardía tiñe el desconchón.

La pared parece que cicatriza

de una herida recibida a destiempo.

 

La gata carey curiosea ajena…

el estilete de su uña desbroza

la unicidad del sobre y su mensaje.

Renglones emborronados, tristeza

en lágrima que desenfoca letras

y escribe invisibles y leves versos.

 

Hace un bis el carrillón de la sala

y ya no llora el cristal del balcón.

 

Irisan la estancia las entreluces

que se escapan entre nubes y claros.

El desconchón jugando al escondite

con las sombras y la gata carey.

 

La sala se viste negro de ausencias,

ausente de ojos —la mesa camilla

muestra las palabras que nadie lee.

 

La puerta del balcón entreabierta

deja pasar al frescor vespertino,

pero así logra escapar un aliento.


 

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