La sensación de quedarse en blanco, para un escritor, es como perder la memoria, una sensación desagradable que, al menos a mi, me acerca a ser un poeta maldito...
SIN TINTA
Hoy me quedé sin tinta en el tintero,
como diría Baudelaire:
¿Cuántas veces habré de sacudir mis cascabeles
y besar tu frente ruin, triste caricatura?
Se me quedó de repente seca
la fuente de la inspiración,
—por más que sacudí cascabeles—
quedé sentado de mala manera
como pinocho,
con la madera horadada de termitas,
sin respuestas
y mucho menos fuerza.
Alguna vez adoré a musas improvisadas,
esas que engarzaban palabras a ritmo de rap,
con la esperanza vana de parir un poema;
pero los Hermanos Malasombra,
una noche sin luna,
se apropiaron de rimas y métrica
dejando mis creaciones sin estructuras.
Nadie vino a mi rescate,
aunque mi grito
fuera un hipergrito huracanado.
Valentina se fugó con el Capitán Tan
que ya no estaba para deshacer entuertos
y ni Locomotoro ni mucho menos el Tío Aquiles
tenían edad de correr tras mis sueños.
Me podía sentir desamparado,
como aquel niño que alguna vez fui,
pero nadie acudiría en mi ayuda,
nadie me susurraría al oído,
—como lo haría Robert Redford con los caballos—
los versos que llenaran mi tintero.
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