miércoles, 22 de octubre de 2025

 He de confesar que, años atrás, fui un amante de la tauromaquia, a la que no podemos negar su vertiente artística,  pero hoy en día soy incapaz de ver una corrida de toros. A mi parecer es una vesania inhumana torturar a un animal hasta la muerte, para solaz y disfrute de una masa insensible. Juzguen ustedes.


TAUROMAQUIA


Una puerta doble crujen bisagras,

ocre el albero, ruidosa la plaza,

libertad me espera tras el clarín.


Un sol de justicia ciega mis ojos,

con mis cuatro patas como abanicos

creo ir hacia mi dehesa soñada.


Nada es como se desea, ahí está,

rodilla en tierra, la mirada fija

en mi morro, una divisa clavada,

sin siquiera saber a dónde voy

alguien me recibe a puerta gayola,

un engaño por alto que yo acepto

zafado, busco por donde salir.


El albero huele a sangre y a muerte

me centran a capote, juego insulso,

no vislumbro alguna salida franca

vuelvo hacia la puerta doble: cerrada.


Giro la cara, está ahí, mirada fija

—jinete de un caballo en armadura—

me cita y acude ciega mi bravura,

me espera la puya que rompe el cuello,

una mariposa roja en la armadura.


Cambio de tercio, un pañuelo al aire,

clarín sentencioso rompe el silencio.


ahí está, verde y plata su figura

dos arpones en las manos, arpones,

cita desde lejos, bravura acepta

vuelvo a perder de nuevo la partida.


Suenan notas del clarín, ¿Qué me espera?

resoplo, barro el suelo en mi dolor

mi sangre pinta un corazón de albero.


Ahí está él, blanco y oro, trapo rojo,

mis fuerzas rendidas, la testuz brava,

no busco salida, jugaré su juego

muletazo a muletazo

hasta que el acero certero

me atraviese el espinazo.


A rastras me llevan, queda un suspiro,

se abren las puertas, detrás la dehesa,

mi sueño cumplido.


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