Era la edad media y en Al Ándalus convivían (con sus más y sus menos) las tres grandes religiones: islamismo, judaísmo y cristianismo. Buena prueba de ello fueron las composiciones poéticas como la moaxaja, escrita en mozárabe y la jarcha que la culminaba y que se escribía en hebrero.
En el siglo XXI, esta convivencia resulta imposible; ¿En que hemos avanzado?
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Madre, cómo aprieta esta estacha
unida a su cuerpo, goleta a la deriva,
al albor de los malos vientos,
cómo me arrebata, poco a poco, la vida.
Ni siquiera miró hacia el puerto,
en el que mi frente lloraba su partida,
sal, de su estela salpicada,
atravesaba cual puñales mis heridas.
Agité manos cual pañuelo
en el dolor profundo de la despedida,
preñado el pecho de su aroma,
ansiosos, secos los labios de su saliva.
Si toda muerte es abandono,
madre, prepárame el sudario de aguaviva,
acoge quieta en tu regazo
las cenizas de este amor sin contrapartida.
Ciérrame los párpados, madre,
y pon sobre ellos dos monedas,
así Caronte cobrará la singladura,
de la orilla abandonada a una orilla nueva.
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