Nos perdemos en la dicotomía que si galgos o podencos, si churras o merinas y no nos queremos dar cuenta que todo se desmorona a nuestro alrededor, y que el cuarto jinete, sobre su caballo bayo está ya en el zaguán de nuestra casa.
EL SOLILOQUIO
Hace tiempo mantengo un soliloquio,
busco las respuestas a cuestiones vanas,
como una rama de olivo viejo
criticando del tronco con otra rama:
que, si ya apenas puede soportarnos,
que, si nos surte de poco alimento,
que, en vez de rama, fuéramos raíces,
que si cualquier día nos rompe el viento.
Mientras, la tierra se agrieta en torno,
o las aves anidan bajo mis dudas,
sirviente de un hogar sin ornamentos,
sin hojas, o lo que es peor, sin frutas.
Mientras, el agua seca, salada, dura,
muerde a sangre los labios del desierto,
o una guirnalda de fuego decora
la frente blanca de ausentes criaturas,
yo sigo impenitente soliloquio,
buscándole sentido a la locura,
tan satisfecho con las respuestas vanas,
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